martes, 15 de febrero de 2011

Ronaldo


Era imposible no amar a Ronaldo. Ya fueras brasileño, un hincha del PSV, Barça, Inter o Real Madrid, una modelo despampanante o un simple amante del fútbol, sus goles, sus jugadas y sobre todo su alegría sobre el campo enamoraban a todos. Como tantos futbolistas brasileños, la fiesta formaba parte de su vida. Nadie podía imaginar un carnaval sin Ronie ni un cumpleaños del fenómeno sin autobús lleno de chicas. Sin embargo, cuando Ronaldo era realmente feliz era en el pasto, en el estadio, destrozando defensas, inventando fintas, marcando goles sin fin.
Los grandes genios siempre tienen legiones de detractores. Durante toda su carrera se dijeron de
él lindezas como "es un tonto", "es un golfo", "es un vago", "no le gusta entrenar". ¿Y qué?. Era un jugador de fútbol, nada más. No estaba ahí para escribir libros, ni para dar ejemplo de conducta ni para ser un líder moral. Ronaldo, máximo goleador de la historia de los Mundiales era un elegido, Dios le concedió un don y él lo aprovechó.
Y además, es falso que Ronaldo fuera un dejado hedonista que no explotó más su talento por culpa de su vida al margen del deporte. Ronaldo sufrió 2 lesiones terroríficas que han retirado a cientos de futbolistas que probablemente eran más serios y menos vividores que él. Hay que pasar por lo que él pasó para saber lo que sufrió. Sólo él sabe lo que tuvo que trabajar para recuperarse la primera vez. Pero sólo Dios sabe la fuerza de voluntad que necesitó para superar la recaída que, como suele ocurrir, fue peor que la lesión original. Perdió practicamente 3 años de su carrera y, cuando nadie creía que podría acercarse al nivel que alcanzó en el Barça y el Inter, lideró con 8 goles (record de un Mundial) a una selección de Brasil, cuanto menos normalita, a la que en 2002 coronó con el sobrenombre de "la penta".
Luego vino su segundo balón de oro, su fichaje por el Madrid donde, aunque no llegó a ser todo lo que se esperaba de él, ganó una liga, una Intercontinental, una Supercopa y un trofeo pichichi. Gol tras gol, arrancada tras arrancada, "el búfalo" logró convencerme de que, medio cojo, seguía siendo el jugador más determinante del mundo. Aún recuerdo los dos golazos de su debut al Alavés, su hat-trick al ManU en Old Trafford, su gol supersónico en 13 segundos al Atletico en el Bernabeu...
Pero mi madridismo no me ciega. Ante todo recuerdo sus goles con el Barça en esa mítica temporada de 1996-1997, cuando Raúl era Raúl y el Madrid ganó la liga. Jamás he visto a ningún futbolista firmar una temporada como aquella. Nadie me ha impresionado tanto jugando al fútbol como el Ronaldo de esa época. Lo dijo su rival en el equipo (y bota de oro) Pizzi: "yo sólo juego al fútbol. Ronaldo es de otro planeta".
Aquél Ronie arrancaba casi desde el centro del campo, era absolutamente imparable. Incluso el actual Messi es frenado en ocasiones. Aquél fenómeno de la naturaleza era, simplemente, irrefrenable. Ganó la copa y la UEFA y se fue al Inter, al durísimo Calcio, todo el mundo pensaba que era un error. Sin embargo, aunque parecía imposible, antes de la fatídica lesión que le privó de alcanzar el olimpo de los 5 mejores de la historia (aún así le dió de sobras para ser el mejor 9 de todos los tiempos) alcanzó un nivel incluso superior al que dió en España. Jamás olvidaré aquél gol que hizó con la camiseta azul y negra de rayas horizontales (la suplente): delante del portero rival, sin tocar el balón como si fuese Pelé redivivo, amago a la derecha, amago a la izquierda y...adios. Ese era Ronie, un fantasma, un terremoto, una manada como le definió Valdano.
Muchos pensarán que era egoísta y vanidoso. A mí siempre me pareció un buen hombre. Muy vago y alérgico al trabajo duro en los entrenamientos por supuesto. Pero, que demonios, se le perdonaba, era imposible enfadarse con el fenómeno. Nunca podré olvidar aquella mítica portada de As del 13 de octubre de 1996, el domingo posterior al antológico tanto que logró frente al Compostela. Creo que ningún diario deportivo, al menos en España, ha hecho nunca nada parecido. Lo único que aparecía era la cara de Ronie con el fundido de un balón, dorado si la memoria no me traiciona, y el titular creo que era "sin palabras".
Sus últimos años, la marcha del Madrid, el Milan, Brasil, han constituido la inevitable decadencia de un genio irrepetible que, pese a todo, con un sobrepeso enorme, ha seguido marcando goles hasta el final. No sabía hacer otra cosa.
Era de la misma estirpe que su compatriota y tocayo Ronaldinho: un hombre que no podía vivir sin el fútbol...y sin sonreir. Siempre te recordaremos Ronie. Nunca habrá otro como tú.

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