sábado, 30 de enero de 2010

Invictus




















El largo camino hacia la libertad, de lectura sumamente recomendable, es el título de la autobiografía publicada por Nelson Mandela en 1994. Es el relato de sus 27 años en prisión, encerrado por blancos a los que, una vez que salió de la carcel en 1990 y ya elegido presidente pudo haber aplastado sin contemplaciones. No lo hizo. En lugar de eso, se propuso que mediante su ejemplo, los sudafricanos, blancos y negros, comprendieran que debían caminar juntos hacia la libertad, como él había hecho. Y el objetivo era que todos tuvieran una sóla bandera, cantasen un mismo himno y, sobre todo, tuviesen los mismos derechos.
Partiendo de la sobresaliente obra de John Carlin "El Factor Humano", cuya lectura es igual de aconsejable que el libro de Mandela, Invictus es el reflejo de la admiración de Clint Eastwood por el líder sudafricano, por su visión política, su carisma y poder de seducción, y, ante todo, por su capacidad para atraer a las personas, simpatizantes o enemigos, partidarios del CNA o Afrikaneers, a su causa. La película es sobresaliente y, por momentos, realmente emocionante. En todo el metraje se palpa la pasión con la que Clint Eastwood ha afrontado el proyecto. Su genio, intacto a los 80 años, hace el resto.
Es comprensible la admiración que tiene Eastwood por Mandela. Aún más fácil es comprender la devoción que siente Morgan Freeman, que se entrega a su papel de un modo conmovedor, alcanzando probablemente el apogeo de su magnífica carrera. Era el momento adecuado. Freeman tiene aproximadamente la misma edad que Mandela por aquella época, un parecido físico apreciable, con apenas una leve diferencia de altura (1,88 cm de Freeman por 1,83 del ex-presidente) y, ante todo, una enorme capacidad interpretativa. Sus gestos calmados, el encorvamiento de sus hombros, la lánguida caída de sus brazos, la expresividad de su rostro, completan una actuación memorable.
Estéticamente, la película es magnífica. Las escenas de rugby están magistralmente rodadas, algunas de las jugadas son pura poesía, y estoy convencido de que la recreación de los partidos de la Copa del Mundo de 1995 convencerá a todos, les guste o no este "caballeresco" deporte.
En cuanto al guión, que es, sin duda, una muy buena adaptación del libro de Carlin, se echa en falta una mayor profundidad en lo referente a los problemas políticos sudafricanos y quizá de las dificiles circunstancias familiares por las que atravesó Mandela. En cambio, Eastwood se ha centrado en el famoso partido de los Springboks contra los All Blacks, y en cómo el presidente vio la final como la oportunidad perfecta para decirle al mundo que el poder del perdón es infinito. Que si él era capaz de tender su mano a aquellos que lo habían encerrado durante 27 años, que habían perseguido a su familia, que habían pretendido y aún pretendían destruirle, sus compatriotas también podían hacerlo.
Eso es lo que simboliza su firme apoyo a los Springboks, símbolo del orgullo blanco y objeto de desprecio por parte de los negros, que siempre han preferido el fútbol, como un deporte de gente humilde, sin recursos, frente al rugby, el deporte de los blancos, educados y privilegiados. Mandela hizo lo impensable. No sólo no permitió la supresión de los Boks como selección nacional, sino que, a través de su capitán, François Pienaar (muy bien interpretado por Matt Damon), logró que los jugadores comprendieran el decisivo papel que jugaban en el futuro de su país.
Aquél 24 de junio de 1995 Sudáfrica logró lo imposible. Venció a la Nueva Zelanda del imparable Jonah Lomu. Por ello Pienaar recibió la merecida copa de manos de Mandela. El presidente había conseguido una victoria mucho más importante. Había dado el primer paso, un paso que la historia revelaría como definitivo, un paso hacia la justicia, hacia la reconciliación de un pueblo. Un paso hacia la libertad.

miércoles, 27 de enero de 2010

La Sanción A Cristiano Ronaldo
























Es increíble el revuelo que los medios están montando a causa de la expulsión y sanción al 9 del Madrid por la jugada en que rompió la nariz a Mtiliga. A tal punto ha llegado el pifostio que tenemos montada una guerra entre los periódicos de Madrid, defendiendo a capa y espada a Ronaldo, y los de Barcelona, llamándolo chulo y arrogante entre otras lindezas (desde luego si yo fuese Cristiano pondría una denuncia por injuria contra el Mundo Deportivo sin dudarlo).
Pues, como diría aquél, ni tanto ni tan calvo. La expulsión es justa, y la sanción también. Un partido por la expulsión y otro por la lesión causada (Mtiliga va a estar 3 semanas sin jugar). En cuanto al comportamiento de Ronaldo, yo, como socio del Madrid digo que, desde luego es inaceptable . Ahora bien, de ahí a que la prensa catalana pretenda crucificarlo (y nunca mejor dicho), no por sus acciones en el campo, sino por ser guapo, rico y talentoso va un mundo. E, igualmente, de ahí a que Ronaldo tenga que irse de rositas porque Messi protagonizó una acción similar, como está publicando As estos días, va un abismo.
Creo que todo el mundo puede comprender que no merece la misma sanción alguien que dispara contra una persona y no la alcanza que alguién que consigue su objetivo produciendo su muerte. Nos guste o no, en materia sancionatoria el resultado juega un papel esencial. Y por ello no puede ser castigada de igual forma la acción de Messi que la de Cristiano. Creo que hoy, Sergio Ramos ha dado en el clavo: "Messi tuvo la suerte de no darle en la cara y Cristiano no".
Simple pero acertado. La acción de Messi debió ser sancionada con tarjeta amarilla, pero el arbitró no vió nada punible. En eso se equivocó. Ese es el único error arbitral que yo apreció en todo este embolado. Porque he escuchado a gente decir que Mtiliga debió ver la amarilla. Yo estaba en el campo y vi como el arbitro le mostraba la tarjeta, así que algunos deberían informarse mejor.
Si yo fuese Florentino no recurriría la sanción impuesta por el cómite de Competición. En primer lugar porque, como ya he dicho, la sanción es justa. En segundo lugar porque la razón por la que el club va a agotar todos los recursos posibles es el miedo, casi irracional y causado por 19 años sin ganar en Riazor, a que el gafe continue y se escape definitivamente la Liga. Seguro que si se tratase de otro jugador y en circunstancias distintas, el Madrid no movería ni un dedo. Y por último, porque el Madrid no va a conseguir lo que quiere. Aunque la sanción se reduzca a un único partido (pensar que a un jugador del Madrid le van a dar una cautelar cuando el último fue Morientes es como creer en el Ratoncito Pérez) CR9 no jugará contra el Depor. Que lo asuman. Como lo asumimos todos los madridistas.

sábado, 23 de enero de 2010

Laporta, Guardiola Y La Noticia Inexistente

Tengo la mejor opinión de Pep Guardiola. En su época como jugador del Barça siempre me pareció que representaba lo mejor del club catalán. Su figura significaba señorío, saber estar, deportividad, réspeto por el contrario, valores que no imperaban precisamente en aquél equipo. Como jugador, tanto con el Barçá como con la selección siempre me pareció un gran mediocentro, muy inteligente tacticamente, con ascendencia sobre sus compañeros y un magnífico desplazamiento de balón, tanto en corto como en largo.
No le conozco personalmente, pero según la visión de algunas personas que han tratado con él, y cuya opinión tengo en gran consideración, se trata de una persona sincera y honesta, que va de frente y poco amigo de fingimientos.























Hace un par de días tuvo lugar un acontecimiento, cuánto menos, insólito. El señor Laporta, presidente del FC Barcelona y futuro candidato a presidir una Cataluña libre e independiente, donde podrá lanzar impunemente sus proclamas contra la "caverna mediática españolista", anunció a bombo y platillo la tan ansiada revolución del gurú del barcelonismo, demandada por todos los aficionados del club. No hay duda de que era una cuestión que empezaba a agobiar a Guardiola y también al presidente. Por este motivo, Laporta convocó a los medios para que diesen la adecuada repercusión a tan magno evento. Pero, cuál no fue mi sorpresa cuando, después de 50 minutos de rueda de prensa, las conclusiones fueron las siguientes:
1ª) Guardiola no ha firmado nada
2ª) Su nuevo contrato tendrá que negociarlo con el presidente entrante tras las elecciones en junio. Entiendo que para los culés es absolutamente impensable que Guardiola no continúe sea quien sea el nuevo mandamás, pero el hecho es que su relación contractual con el Barça, a día de hoy, no ha variado en nada.
3ª) Laporta se ha inventado una noticia que no existe (sin que Pep denotase, por cierto, ni la más mínima alegría; en mi opinión para él ha sido un mal trago necesario para que dejen de acosarlo a él y a su plantilla con la dichosa renovación).
Todo esto me lleva a algunas reflexiones:
1ª) Guardiola ha conseguido lo que quería. Tranquilidad para él y sus jugadores sin necesidad de firmar nada, porque ese no es su estilo. Lo lógico es esperar al nuevo presidente, y así lo va a hacer.
2ª) A Laporta, que después de muchos años de mandato creo que sabe de sobra como funciona la prensa de Barcelona, el "PariPep" le ha salido redondo. Ha conseguido la foto que tanto ansiaba (aunque no la firma) y se ha quitado de encima el espinoso tema de la renovación. Quién sabe, puede que tenga futuro en la política después de todo. Desde luego demagogia, engaño y malas artes le sobran.
3ª) En definitiva, ¿El fin justifica los medios? (frase que, por cierto, y gracias a un buen amigo, he sabido que jamás escribió Maquiavelo). Supongo que a Laporta le importará muy poco el inventarse una noticia que no existe con tal de conseguir lo que quiere. La pregunta es ¿hasta qué punto ha colaborado a ello Guardiola? Que cada cual saque sus propias conclusiones.

miércoles, 20 de enero de 2010

Piel Blanca, Alma Negra

















¿Qué escribir sobre ella que no se haya dicho ya? Judía, alcohólica, drogadicta, en su caso los problemas no son una exageración con fines mercantiles como ocurre a menudo en el mercado discográfico actual con artistas como Lady GaGa o Katy Perry.
Horriblemente fea en mi opinión y, sin embargo, poseedora de un innegable magnetismo, su negra voz es el mayor descubrimiento musical de los últimos años. A sólo unos meses del lanzamiento de su nuevo álbum, uno se pregunta, ¿cómo podrá Amy Winehouse estar a la altura de las expectativas generadas por su segundo trabajo "Back To Black"?
Si sus excesos lo permiten, Winehouse puede convertirse en la referencia de la "música despechada" del siglo XXI y colocarse a la altura de las grandes divas del Soul como Aretha Franklin, The Supremes, Gloria Gaynor o Tina Turner. En canciones como "Love is a losing game", "Wake up alone", o mi favorita "Back to black", Amy recupera toda la esencia de la música soul original, la que en los años 60 componían Ray Charles, Sam Cooke o James Brown como expresión del sufrimiento, pero también del orgullo de los negros frente a la pobreza y la opresión.
Igual que Joaquín Sabina, el dolor y la melancolía se filtran por las arrugas de su voz, pero, a diferencia de los clásicos del género y, quizá como signo de las diferencias entre los 60 y 70 y el mundo actual, sus temas están impregnados de un absoluto cinismo. Amy Winehouse no necesita que la situación social sea injusta ni que haya manifestaciones en las calles para pedir derechos civiles para los negros. Ella es británica, no estadounidense, y tampoco es precisamente negra. Sus canciones, más que reflejar problemas sociales, parecen relatarnos su vida tal y como es y, además, ella no se avergüenza, sino que más bien parece estar orgullosa.
Cosas como ésta me hacen pensar que el mundo no ha progresado tanto en los últimos 40 años como nos afanamos en creer. A veces tengo la impresión de que las personas de mi generación no tienen auténticos problemas, y se empeñan en crearlos: drogas, alcohol, conducta temeraria, maltrato a profesores y compañeros, desobediencia a los padres...
Puede que Amy Winehouse sea un ejemplo de lo que digo. Otros pensarán que sencillamente es una cantante maravillosa que, al margen de sus adicciones y movidas, es capaz de erizarnos la piel con su voz penetrante y cálida. En todo caso os recomiendo sin reservas que escuchéis "Back To Black" como se escucha un buen disco de Jazz: sentado, relajado y en soledad.